Hoy volví a ver Todos somos extraños (All of Us Strangers) y me gustó aún más que la primera vez. Es una de esas películas melancólicas que, más que hacerte llorar, te obligan a reflexionar. Una historia que te invita a conectar con sus personajes a través de un análisis profundo de las emociones humanas y sus complejidades. A través de un guion que juega con el tiempo, la cinta explora la fantasía de lo que puso ser y no fue con todo el dolor, la culpa, la frustración y el duelo ligados a ello. Adicionalmente, por si no fuera suficiente carga emocional, también versa sobre la pérdida, la soledad y el amor.
La película está protagonizada por Andrew Scott y Paul Mescal, dos de los actores irlandeses más destacados del momento. Es una producción británica de 2023 dirigida por Andrew Haigh y una adaptación de la novela “Strangers” del japonés Taichi Yamada. Jamie Bell (protagonista de Billy Elliot) y Claire Foy (que interpreta a la reina Isabel II en The Crown) también forman parte del elenco.
Todos somos extraños se estrenó en Estados Unidos el 22 de diciembre de 2023 y, en México, el 29 de febrero de este año. Su estreno en otros países hispanos como España (en este caso con el nombre de Desconocidos) ocurrió durante marzo por lo que es probable que en este momento ya no esté disponible en cartelera. La buena noticia, para quienes no pudieron verla en los cines, es que ya se encuentra en plataformas de contenido multimedia como Apple TV y Prime Video. Si no la has visto, te recomiendo que no esperes más.
La obra ha encontrado tanto fanáticos como detractores entre la crítica. En lo personal, la considero una obra bien realizada que explora las complejidades de los traumas emocionales de una forma desgarradora e inquietante, pero curativa. Tal vez esto se deba a que, de alguna forma, me siento identificado con algunos de los traumas de Adam (Scott) o tal vez es más bien que desde hace tiempo me siento atraído por este género cinematográfico. De cualquier manera, ya sea que agrade o no, esta es una obra que no deja indiferente a ningún espectador.
En cuanto a sus detractores, la mayoría cuestiona la línea argumentativa y estructura del guion y su giro al final de la película. No obstante, en muchos casos esta crítica puede perder fuerza al evaluar las declaraciones de Haigh, su director, quien ha mostrado estar más interesado en no limitar las interpretaciones del espectador y en transmitir emociones más que una concordancia narrativa perfecta. En este sentido, el director nos da a entender que, lo que parecieran ser cabos sueltos, es una intención deliberada para permitirle al espectador su propia interpretación y, así, conectar con sus emociones.
¿De qué trata Todos somos extraños?
La trama se centra en Adam (Scott), un guionista gay que, tras años de haber perdido a sus padres, sigue afrentando el duelo de su pérdida. Es un personaje solitario que vive en un edificio de una zona aparentemente despoblada a las afueras de Londres. Es en este edificio donde Adam conoce a Harry (Mescal), su misterioso vecino que un día inesperado toca a su puerta borracho. Esa noche, Adam lo rechaza cortésmente porque Harry se encuentra borracho. Sin embargo, pronto desarrollan una relación que desafía las circunstancias y los lleva hacia una conexión más profunda. Este vínculo se presenta como el corazón de una narrativa que invita a la reflexión sobre cómo el afecto y el entendimiento mutuo pueden emerger incluso en los ambientes más imprevistos.
De manera concurrente, Adam viaja al barrio en el que creció en las afueras de Londres y visita su antigua casa con la intención de encontrar inspiración para escribir sobre sus padres. Mientras camina por la zona se topa, para su sorpresa, con un hombre (Jamie Bell) idéntico a su padre y lo invita a ir a su casa, donde también está su madre (Claire Foy). Esto inicia una serie de encuentros fantasmales con sus padres que lo llevan en un viaje a su infancia donde podrá conectar emocionalmente con ellos, decir cosas que no se dijeron y vivir momentos que no existieron. Este proceso de catarsis emocional afecta tanto la vida cotidiana de Adam como su naciente relación con Harry.
Ambas partes de la vida de Adam intentan cruzarse en determinado momento sin mucho éxito. Esto, aunque pareciera inevitable, podría deberse a la diferencia entre los mundos en los que viven los padres de Adam, por un lado, y Harry, por el otro. Adam creció en la época de mayor represión a la diversidad sexual y de la crisis del VIH e, indiscutiblemente, esa es la realidad que conocen sus padres. Por su parte, Harry es más joven, liberal e intenso que él, con otra historia y una forma diferente de lidiar con su orientación sexual. Ambas relaciones llevaran al protagonista (y con este al espectador) por un vaivén de emociones que pasan constantemente de la realidad a la fantasía.
Todos somos extraños es un drama profundamente emotivo con una actuación excepcional y una historia sólida que permanecerá en la mente de los espectadores mucho después de terminar de verla. A través de una ambigüedad intencionada, la película realiza una exploración de la soledad, el aislamiento, y la capacidad transformadora del amor y la conexión humana que nos permite conectar con nuestras propias emociones. Es, sin duda, un filme que inquieta, que conmueve, que duele.